lunes, julio 26, 2010

Cartagena y la vigencia de su movimiento cineclubista

La esquizofrenia cineclubística es una enfermedad que la ciencia psiquiátrica no estima prioritaria dentro del campo de sus investigaciones. (…) el cineclubista necesita compartir con un público la experiencia sensorial que lo emociona .
Nicolás Román

Resulta incuestionable la estrecha relación que el mágico mundo del cine sostiene con nuestra ciudad amurallada. Desde la llegada de aquel aparato, hasta entonces extravagante, que disparaba fantasmagóricas imágenes móviles sobre un telón (hace ya más de un siglo), nuestra ciudad se desnudó cálida para gestar un movimiento cinematográfico que aún perdura.

El festival de cine más viejo de Latinoamérica, innumerables películas grabadas bajo nuestro cielo, libros y centenares de historias de teatros colmados de espectadores y memorias de cinematógrafos, hacen de Cartagena una ciudad de película y de películas.
Con todas las condiciones dadas, resultó inevitable que el movimiento cineclubista que desde los años veinte revolucionaba el mundo fílmico de Francia y de casi toda Europa, llegara a Cartagena a plantar bandera y a consolidar procesos de formación de públicos y defensa de un cine de calidad.

Casi pisándole los talones al cineclub de Colombia, primera organización de su tipo de nuestro país, nace en Cartagena un esbozo de cineclub que sembraría la semilla; luego vendría el primer festival de cine de Cartagena y el panorama cinematográfico de la ciudad, comenzaría a dibujarse con trazos magistrales.

En los setenta, el boom de los cineclubes en Colombia dejó como resultados en Cartagena, un movimiento sólido que de muchas maneras perdura. Cineclubes como el Comité de Cine de la Universidad de Cartagena (aún en funcionamiento en el Claustro de la Merced los miércoles en la tarde), el Cinearte Bolívar y personajes como Alberto Sierra, Luis Fernando Calvo, Emeri Barrios y Freddy Badrán entre muchos otros, abonaron el terreno para que en la actualidad el proceso que llevan los cineclubes en Cartagena siga su rumbo.

En los noventa, nuestra ciudad no fue ajena al desarrollo del cineclubismo nacional. Un festival de cine de Cartagena vio nacer a la Asociación Nacional de Cineclubes “La iguana” (ANCCLI). Nicolás Román y un grupo de románticos infectados por el virus del cine le dan vida al reptil cineclubista, que en la actualidad todavía funciona y sigue teniendo un espacio de reunión nacional en el marco del festicine de Cartagena cada año.

Los procesos de renovación y oxigenación del fenómeno cineclubista en Cartagena mediante los relevos generacionales mantenían siempre a los cineclubes de la ciudad frescos (en algunas épocas más que en otras) y luego de significar como movimiento estable, nace la Red Local de Cineclubes Jorge García Usta como célula de agremiación local.

Con la red se establece un trabajo grupal articulado de los cineclubes más importantes de la ciudad, cohesionando un trabajo que aunque nunca fue disperso, siempre tendía a la desorganización. Las últimas dos muestras de cine en los barrios, programación perteneciente al Festival de Cine de Cartagena y llevada a cabo (porque no decirlo) por los cineclubes de Cartagena, los procesos de unidad del movimiento a nivel nacional y la participación en espacios mundiales de estudio del cineclubismo, dan pie a afirmar que el movimiento cineclubista cartagenero sigue vigente y en pie de lucha!!!

A Nico, Ale, Alsino, Will, Wacho, Cris, Andrés, Raúl, Misa, Juan G, Mabel, Miguelito y todos los Cineclubistas cartageneros

viernes, julio 16, 2010

Del cine independiente al cine libre Cineclubismos y circuitos alternos digitales


Escrito por Mauricio Alvarez

1. El cine independiente

Queremos ver el cine. Ese es el hecho fundacional. Las razones son variadas y hay que reconocerlo, muchas veces son confusas. Podríamos decir que queremos ver el cine porque en él nos vemos a nosotros mismos, porque el cine cuando se hace desde uno mismo sirve para que los otros se vean en él. Verse. Reconocerse. Identificarse. Confrontarse. Destruirse. Reconstruirse. Cuestionarse. Divertirse. Involucrarse. Embalarse.
Queremos ver el cine y allí empiezan los problemas y las posibilidades. Pues el cine que queremos ver no aparece anunciado en la cartelera del cine del barrio (si es que queda alguno) y mucho menos en la de la sala del cine multiplex del otro barrio. Sabemos del cine que queremos ver como por intuición. A veces uno siente que la última (o la primera) película de ese director taiwanés de personajes solitarios tendrá mucho que ver con uno mismo. Los guiños son fugaces: reseñas en ciertas revistas argentinas, australianas o colombianas, alguna mención en un festival en Barcelona o en Rotterdam, o incluso la sola imagen del afiche vista en alguna base de datos de cine en Internet. La constatación fundamental es que queremos ver el cine porque el cine existe. No hablamos de fantasmas aunque las imágenes en movimiento tengan muchos poderes, digámoslo, paranormales.Y como el cine existe y se juega la vida en imágenes bellas y aterradoras entonces nosotros hemos decidido abrir un espacio, una pantalla, una ventana para presentarlo. Eso es un cineclub. No somos los primeros en el planeta ni en esta ciudad. La intuición y ciertos mensajes en el buzón de correo electrónico nos confirman que no estamos solos. Salas de cine alternativas, cines sin ánimo de lucro, clubes de cine, festivales de cine independiente. Somos los espectadores que hemos decidido presentar el cine que queremos ver. Nada más. Pero nada menos.
Queremos presentar el cine que queremos ver y allí se incrementan los problemas y las posibilidades. Tratando de no morir ahogados en el río de la oferta y la demanda nosotros ofrecemos cine, el cine que queremos ver, el cine que nos ve, el cine en que nos vemos. No pedimos nada a cambio, ni siquiera (muchas) monedas. Ni el carné de identidad. Ni la afiliación a nuestros afectos, miedos o prejuicios. Sólo unos minutos de atención y algo de sensibilidad. Pero esto no lo exigimos, se da en la oscuridad de la sala. Se da porque a una invitación abierta hay respuestas. Eso está demostrado en la realidad. Pero a nosotros que no pedimos nada a cambio, que solo queremos abrir la ventana para que (nos)miremos juntos, no sólo no recibimos el apoyo de nadie, ni palmaditas en la espalda, ni dólares, sino que, según la ley, se dice que nuestras actividades son ilegales. Cineclubes presentando películas en video en ciudades donde el cine es una ilusión o un montaje de la censura adornado con palomitas de maíz. Cineclubes que abren el mundo mientras este se cierra sobre ellos. Asumimos nuestra condición clandestina con dignidad. No estamos robando, estamos recuperando las imágenes del mundo para el mundo. Reivindicamos con Janine Bertrand, de la Union National Inter Ciné-Clubs (UNICC) de Francia [1], el derecho cultural sobre las obras del cine que permita su exhibición con fines no comerciales. Lo reivindicamos en la práctica cotidiana. En cada proyección. En una ciudad como Medellín, hemos sido los cineclubes, en sus diversas variedades quienes hemos posibilitado el encuentro del público con el cine. Y dentro del público nos contamos a nosotros mismos. Somos otro más de los que se sientan en la banca de atrás y abrimos los ojos y la mente. En la reciente (y aplaudida) ley de cine colombiana no hay ninguna mención a los cineclubes o salas alternativas, igual sucede con las leyes de cine otros paises latinoamericanos [2]. Según estas leyes de cine un grupo de amigos que presenta películas en un cine del centro de la ciudad está incluido dentro del mismo grupo que una empresa de exhibición con sus salas múltiples en los suburbios. Pero, y por si alguien no lo tenía claro habría que volverlo a decir una y otra vez, somos diferentes, nos dedicamos a cosas diferentes, aún en el caso de que presentáramos la misma película. Simplemente nos guían objetivos diferentes, la visión colectiva de las películas y la reflexión sobre ellas, posibilitar un encuentro entre la obra y el espectador, ser facilitadores de un proceso de conocimiento y de afectos. Lo otro, la infraestructura, las cosas que hacen falta son detalles, medios históricos y tecnológicos que debemos afrontar para que ese proceso se de. Pero no su centro ni su razón de ser. Por eso somos diferentes. Por eso somos otra cosa, así la ley en su ceguera interesada no lo quiera ver.
Porque uno sabe que en Bélgica, en Mauritania, en Tailandia, en EEUU, en Rusia, en Bangladesh, en el Líbano, en Pakistán o en Colombia, el cine está floreciendo, mostrando las garras, demostrando lo que es capaz de decir sobre el género humano y sus miserias y proezas. Entonces uno piensa que habría que dejar que ese cine se vea. Pero resulta que los distribuidores no pueden objetivamente interesarse por esas películas y los exhibidores no pueden arriesgar sus espacios a cosas cuyo proceso de lectura dificulte el proceso de acumulación. Uno casi los entiende. Entonces uno decide montarle la perseguidora a un film. Y a veces se lo encuentra editado en DVD en un país extraño y entonces las monedas se sacuden en los bolsillos y a los días que a veces son meses, la película está en nuestras manos y luego en nuestros ojos y en maravillosas ocasiones en nuestros corazones. Legalmente (objetivamente) no podemos hacer esto. El DVD objeto precioso del almacenamiento de información es nuestra posibilidad. En ciertos lugares la única forma de que el cine se vea. El cineclubismo latinoamericano, a pesar de su variedad constitutiva y de la multiplicidad de expresiones y de actividades, descansa en parte en la posibilidad de usar materiales en video, de exhibirlos, de copiarlos y de distribuirlos. Y ese proceso, que se da en los márgenes de lo legal, es el único que puede poner al cine cerca de nuestros ojos. Los cineclubes representan en este caso un verdadero circuito independiente de distribución y exhibición de cine, que mágicamente escapa de las asfixiantes exigencias de los mercados para ponerse del lado del público, de la gente. El cine rescatado, puesto nuevamente cerca, al alcance, a la mano, al ojo.

2. El cine libre

En los últimos años la tecnologías de la información, de la mano de la microelectrónica y la computación, han puesto al alcance de una parte considerable de la población tecnologías que facilitan él registro, almacenamiento, copia y transmisión de información en formatos digitales.Cámaras digitales mini-DV que permiten a muchos, y a un costo razonablemente bajo, atrapar los colores y los sonidos del mundo en pequeños casetes de cinta magnética. Discos duros cuya capacidad de almacenamiento permite manejar archivos de video, sonido e imagen de gran tamaño y cuyos bytes tienen cada vez menos costo. Microprocesadores cada vez más rápidos y mejor preparados para enfrentarse a los requerimientos computacionales del video digital. Redes de datos cuyo ancho de banda permite distribuir casi instantáneamente contenidos multimedia por todo el globo.
Sin embargo estas tecnologías han estado acompañadas de una actitud cada vez más restrictiva de los dueños de los negocios del entretenimiento, a quienes podríamos tener a buen nombre si solamente se dedicaran a administrar parques de diversión o salas de bingo, pero su férreo interés en controlar el cine en casi todas sus etapas, nos pone en una situación de franco conflicto. Mientras los medios tecnológicos nos permiten cada vez una mayor capacidad de producción, copia y distribución de contenidos digitales, los administradores del mercado del espectáculo quieren restringir y controlar cada vez más todas las facetas de la producción, distribución y exhibición del cine. A veces el control parece infranqueable. Pero a su enceguecido ánimo de lucro es posible oponer otro ánimo. Animo de compartir, de permitirnos espacios para ver y vernos, ánimo para volverse traficantes de imágenes de un cine imperfecto e indagador que se puede hacer, distribuir y ver por fuera de los circuitos comerciales. Al modelo hegemónico, exclusivista, monopólico y censurador de la distribución comercial del cine oponemos un modelo basado en las ganas de ver y hacer cine, basado en el encuentro directo entre el creador y su público. Al cine restringido oponemos y proponemos lo que denominaremos el cine libre. Como en el caso del software, la palabra libre está asociada a la libertad y no al precio. Free as in Freedom. [3]
Creemos que las condiciones tecnológicas y sociales están dadas para que emerja un movimiento consistente que soporte la idea del cine libre y lo haga una alternativa viable para la difusión internacional del cine. Y sobretodo estamos convencidos de que el lugar natural donde el cine libre puede cultivarse y desarrollarse son los cineclubes, pues ellos como espacios independientes de exhibición comparten el espíritu de presentar el cine como un vehículo de cultura y no como una mercancía intercambiable solo por dinero.
Cuando nos referimos al cine libre nos referimos a las obras audiovisuales que han sido concebidas para permitir su libre distribución, copia y exhibición. Se trata de un acto consciente de todos los involucrados en la red que hace posible que el cine se haga y se vea.
Quien produce o realiza una película y quiera que esta sea considerada libre establecerá explícitamente que permite la libre distribución, copia y exhibición de su obra, siempre y cuando se cumplan ciertas condiciones. Una de ellas puede ser que, se conserven siempre intactos los créditos de los realizadores y que las películas no sean usadas con fines comerciales. Para ello se puede hacer uso de licencias creadas especialmente para contenidos audiovisuales como las desarrolladas por Creative Commons [4].
Creative Commons lleva trabajando desde hace varios años por la creación de mecanismos flexibles para el intercambio de información multimedia en la red, que haga frente legal y tecnológicamente a las rígidas reglas de la industria del entretenimiento. O como reza en su declaración de principios:
"Creative Coomons está trabajando para revivir [el balance, el compromiso y la moderación]. Usamos derechos privados para crear bienes públicos: trabajos creativos libres para ciertos usos. Como los movimientos de software libre y fuente abierta (open-source) nuestros fines son cooperativos y comunitarios, pero nuestros medios son voluntarios y libertarios. Trabajamos para ofrecer a los creadores lo mejor de los dos mundos para proteger sus trabajos a la vez que garantizamos ciertos usos de ellos – declarar "ciertos derechos reservados".
Este modelo que puede resultar confuso e inviable para algunos ha sostenido exitosamente durante años al movimiento del software libre, quienes hoy pueden demostrar la viabilidad y efectividad del modelo con importantes piezas de software como pueden ser el sistema operativo Linux, el navegador web Mozilla o la suite de ofimática Open Office. Además existen actualmente proyectos como el Internet Archive [5] en donde se pueden descargar imágenes y videos que han sido contribuidos libremente por la comunidad. El Internet archive es el primer proyecto global para construir una biblioteca de Internet que incluya también archivos fílmicos. En sus propias palabras:
"Nuestro objetivo al digitalizar estas películas y ponerlas en línea es proveer fácil acceso a una rica y fascinante colección de archivos fílmicos. Al proveer un acceso casi irrestricto a estas películas esperamos estimular el uso amplio de las imágenes en movimiento en nuevos contextos por gente que no hayan podido usarlas antes".

3. La red del cine libre

Para que sea una alternativa viable a la distribucion comercial, al cine libre le corresponden una producción, una distribución y una exhibición libres.
i) Los realizadores de cine libre
La decisión de un autor de declarar libre una película, permite que él mismo u otros puedan distribuir libremente su trabajo, primordialmente en medios digitales. La desición de declarar libre una película otorga el derecho a los exhibidores, en este caso a los cineclubs y otros cines alternativos, de presentar las películas sin ánimo de lucro y hacer copias de ellas tanto para ellos mismos como para el público.
El cine libre se concibe desde una idea de la cooperación y del acercamiento entre los autores y el público. Se sustenta en la concepción del cine como patrimonio colectivo, como creación cultural y que como tal debe ser difundida para permitir su encuentro con el mayor número posible de personas interesadas y con las menores barreras posibles. El cine libre permitiría a los nuevos realizadores poner sus obras al acceso de un sector importante del público que de otro modo no tendría facilidad de encontrarse con ellas.
ii) los distribuidores de cine libre
Luego de que un autor ha declarado su realización como cine libre necesita contar con el apoyo necesario para que esta tenga difusión entre el público interesado. Aquí surge la necesidad de contar con espacios que se encarguen de seleccionar los materiales, de estandarizar los formatos de almacenamiento y distribución digital y de proveer toda la información necesaria sobre la obra. Esta información incluye las fichas técnicas y revisiones críticas de los trabajos que puedan orientar a los posibles exhibidores y al público. Se precisa de una crítica independiente para un cine que se comparte libremente.
Los distribuidores de cine libre serían entonces nodos de hospedaje de las películas y la información asociada a ellas; y los encargados de difundir esta información entre los espacios que pudieran estar interesados en ella. Redes de este tipo se han creado con éxito, como puede ser el programa "Cines del sur" liderado por la federación Catalana de Cineclubs con el apoyo de la Federación Internacional de Cineclubs FICC. Los "Cines del sur" son un paquete de películas que tienen permisos explícitos de sus autores para ser copiados y exhibidos en cines sin ánimo de lucro e incluye películas de España, Líbano, Marruecos, Portugal, Francia entre otros.

iii) Los exhibidores de cine libre

Pero el objetivo final siempre es poder ver el cine. Para eso necesitamos de la oscuridad, de la pantalla, del sonido, de una sala de cine. Sabemos que no podemos contar con las grandes salas múltiplex de los centros comerciales. Lo sabemos pero tampoco nos interesan. Contamos, y ese es el activo más gigantesco del cineclubismo global, con salas alternativas en puntos de los cinco continentes. Espacios en cineclubes, salas de cine propias, presentaciones en parques, y otros tantos espacios que se han recuperado para hacer visible al cine. Allí se pueden exhibir las películas que los autores han declarado libres y que ciertos grupos se han encargado de distribuir.
La disponibilidad de reproductores de DVD y de DIV-X hace que se pueda contar con dispositivos que ofrecen una relación calidad costo más que suficiente para hacer proyecciones. Además los distribuidores estarían en derecho de crear colecciones en DVD o CD que pueden facilitar en extremo la distribución. Como en el caso del software libre, los distribuidores pueden cobrar un dinero que consideren adecuado por el trabajo de selección y registro de los materiales pero nunca por los materiales en si. La disponibilidad cada vez mayor de aparatos de copiado de DVD garantizan la proliferación de copias y de esa forma una creciente posibilidad de difusión.
iv) Los medios digitales.
La idea de las redes alternativas de distribución de cine es tan antigua como el cine mismo. Tan pronto el cine escapó de las manos de los realizadores y del público para regirse por las reglas de productividad de la empresa, tanto unos como otros han buscado múltiples formas para escapar del control y hacer y poder ver otro cine.
En 1962 aparecía el manifiesto del New American Cinema Group [6] y con él nació la cooperativa de realizadores (Filmmaker cooperative) y todo un movimiento que buscaba hacer películas , distribuirlas, exhibirlas, escribir sobre ellas y vivir de ellas. La idea del New American Cinema Group no sólo mantienen intacta su vigencia (de hecho la cooperativa sigue existiendo y tiene un enorme catálogo de películas que ofrece en alquiler) sino que con las tecnologías del video digital se puede facilitar enormemente todo el proceso.
La proliferación de tecnologías alrededor del DVD (reproductores, grabadores, copiadores y software de reproducción y creación) hacen de este formato el candidato número uno para el intercambio de películas libres. El MPEG-4 (Div-X) facilita aún más la distribución de contenidos digitales al ofrecer altas tasas de compresión que permiten almacenar DVDs en CDs . Además es posible encontrar codecs (codificadores y decodificadores) libres en internet y plug-ins para la los reproductores de multimedia más populares y ya empiezan a ser comunes los reproductores de DVD que soportan Div-X . El anuncio del nuevo estándar de video H.264/AVC (MPEG-4 Part 10) [7], que probablemente sea incluido en los sucesores del DVD que ofrecerán video de alta definición en discos digitales. El h.264/AVC posee mucha más capacidad de compresión que el MPEG-4 actual y por tanto permitirá grabar en CDs películas en resoluciones adecuadas a la proyección en pantalla gigante y facilitará aún más la distribución de video digital port Internet. Y no sólamente se puede hacer la distribución de video por Internet, con las tecnologías actuales de streaming (reproducción en línea) de video digital en formatos MPEG-4 se pueden crear canales de exhibicion por internet en el que múltiples salas proyectan una película que se están bajando de la red. Más que soñar con paraisos tecnológicos futuros se trata de reconocer las posibilidades del video digital para sostenener una red de distribución y exhibición independiente.

4. Hacia la libertad del cine

Se trata, ya lo dijimos de poder ver el cine. Empezamos hace muchos años con la idea de que el cine, un cine que a veces hemos llamado cine independiente, se pudiera ver, de crearle los espacios y las condiciones para ello. En eso se nos ha ido pasando la vida. Y siempre ha estado esa idea de los circuitos alternativos de distribución y exhibición. Ahora pensamos que hay están dadas las condiciones tecnológicas y culturales para que una red de este tipo pueda servir de contrapeso a la rigidez y monopolio de los circuitos convencionales de cine. Se trata nuevamente de poner el control del proceso en nuestras manos, en manos de nosotros los espectadores, que lo único que queremos es ver las películas y de paso si se puede vernos en ellas.
Fuente : www.pulpmovies.org

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